Mascletà

Desde el 1 y hasta el 19 de marzo, Valencia celebra su fiesta principal: Fallas (Falles en valencià). Esta tradición es bastante particular: se caracteriza por su sonoridad, por su colorido, sus luces y por ser artística e incendiaria. Se remontan a una antigua costumbre de los carpinteros que cada 19 de marzo (por el día de San José, que era carpintero) quemaban, frente a sus talleres, los restos inservibles de madera. Luego fue evolucionando hasta que aquellos trastos se convirtieron en los monumentos que hoy se construyen.

En cada barrio hay una comisión fallera: una organización que se encarga de crear las fallas. Las fallas son "monumentos" que representan diversas situaciones irónicas, satíricas y críticas, están hechos de materiales combustibles y ocupan hasta cerca de 30 metros de altura. Al finalizar la fiesta, el 19 de marzo, se incineran todos los monumentos falleros, a excepción del ninot indultat (una porción que compone una falla) que se guarda en el museo fallero. Estos ninots -uno por cada falla- son expuestos y la gente elige cuál se salvará del fuego. Hoy vimos en las noticias que la falla más cara de la historia será la del barrio Campanar - La Fe y que el costo fue de 700.000 €. La falla de este barrio ganó las últimas 3 ediciones.

De a poco, a medida que descubramos los acontecimientos, iremos contando en qué consisten.

Martina y yo fuimos ayer a ver la mascletà: un espectáculo pirotécnico -creo que- único que se realiza todos los días a las 14:00 en la Plaza del Ayuntamiento. A diferencia de los fuegos artificiales, esta exhibición hace hincapié en el sonido y no en lo visual. Es difícil explicar la sensación, pero podría decirse que se trata de una especie de concierto en el que el único instrumento es el sonido causado por la explosión de la pólvora: tiene partes y ritmo. Eso fue lo que me quedó.

Comienza en forma lumínica y se disparan -durante algunos minutos- varias "bengalas" hacia el cielo y que explotan una vez acabadas las centellas. Luego, sin que se detenga el sonido en ningún momento, se inicia la etapa terrestre. Aquí sólo se escuchan los estallidos que -a medida que transcurre el tiempo- van aumentando su frecuencia e intensidad y llenando todo de humo y olor a pólvora quemada, pero siempre siguiendo cierto ritmo. Finalmente, las detonaciones se vuelven tan potentes que te hacen vibrar todo el cuerpo.

Ésta es una costumbre casi inexplicable y hasta complicada de entender. Hay que ver a los valencianos emocionándose a medida que transcurre la mascletà (y sin tapones en los oídos!). Cuando concluye todo, se quitan las vallas que rodean a la plaza y la gente sale corriendo a aplaudir y ovacionar a los pirotécnicos. Pueden ver el vídeo del día que fuimos nosotros haciendo click aquí. Lo que muestra al costado son los decibeles. Llegan hasta los 120 db.

Hay que aclarar algunas cosas. Las medidas de seguridad son muy buenas. Todo está cercado y la gente se encuentra a una distancia prudente, hay personal de primeros auxilios y los que manejan la pirotecnia son profesionales.

En esta foto, la calle empieza a llenarse de humo y en el cielo estallan algunas bengalas. También se ve la cantidad de gente que había.

En los puestos de flores, como las paredes son de vidrio, las sostienen para evitar que vibren mucho y se rompan.


Esto es el centro de la Plaza del Ayuntamiento después de la mascletà. Está toda cercada y ahí dentro se ven los morteros desde los que se lanzan las bengalas.


Aquí los coloridos masclets: los petardos que explotan y crean la música que les encanta a los valencianos (sacada de esta página).