martes, abril 22, 2008

Un texto casi perdido



¡Hola gente!

Aquí estamos después de tanto tiempo. Leyendo mucho y escribiendo poco, se pasan los días y se acercan los plazos...

Haciendo limpieza y organización de docs., encontré un texto que escribí hace como tres años, un fin de semana, después de leer un artículo de esos que te invitan a pensar y a poner en palabras los pensamientos. Aquí se los dejo:



La conversación como un modo de existencia


Leyendo el diario del domingo, encuentro un texto llamado "Palabras compartidas" que, con un guiño, invita a ser leído. Acepto el desafío y me sumerjo en un elogio de la conversación, definida por Leonor Arfuch como un "ejercicio de supervivencia" en este hoy tan complicado y crítico como el que nos toca vivir.

Mi pensamiento entra entonces en escena y me descubro recordando las charlas con amigos, los ratos compartidos, entre mate y mate, con los que nos rodean. Y me doy cuenta así de que a esa actividad - a veces no tan cotidiana por el apuro de los días - sólo le damos cabal importancia cuando el contenido "vale la pena".

A menudo nos perdemos en las palabras, defendemos hasta el paroxismo posturas, ideas y no nos damos cuenta de que además del pensamiento del que pueden dar cuenta los términos elegidos, en la conversación también se juega lo que somos de otro modo: los gestos, las miradas, la risa y todos aquellos elementos que nos permiten sentirnos en contacto.

Así la charla, con todo lo que supone además de las palabras, quizá sea una forma de vencer la irrealidad, esa irrealidad de no ser para nadie, de sentirse perdido, náufrago, desamparado en este mundo tan ancho y ajeno.

Tal vez podamos entonces pensar la conversación a la manera socrática, como una "búsqueda de la verdad", pero no sólo de la verdad del pensamiento, de la verdad intelectual, sino también de aquélla de saberse juntos, escuchados y reconocidos por el otro, sobrevivientes del naufragio.

domingo, abril 06, 2008

Mallorca

Este fin de semana estuvimos en Mallorca. Aprovechamos el buen tiempo y nos dedicamos a pasear y caminar por todo Palma. La isla recibe más de tres millones de visitantes alemanes por año, es sin duda la favorita de éstos. Y eso se nota y no sólo por su presencia, sino porque todo (y en todos lados sin excepción) está escrito en cuatro idiomas: castellano, mallorquí (cuasi-catalán), alemán e inglés. Y además hay cervecerías por doquier!

Desde donde estaba nuestro hotel teníamos más o menos unos 5 km hasta el centro mismo de la ciudad bordeando el paseo marítimo. Lo que sorprendía era la innumerable cantidad de embarcaciones de diferentes tamaños amarradas en el puerto. A lo lejos se veía la catedral, bastante imponente.

Pese a los veinti y pico de grados que hacía y a la tentadora limpidez del mar, el agua estaba lo suficientemente fría como para ahuyentarnos.

Obviamente, siendo fieles a nuestro estilo (y destino) de caminantes, recorrimos el trayecto - de punta a punta - a pie (y en varias ocasiones). Por eso, el sábado no nos quedó más remedio que ir al otro extremo de la isla. Recorrimos, esta vez en autobus, unos 64 km para ver el lago subterráneo más grande del mundo: les Coves del Drach en Porto Cristo (o Porto Cristi como yo lo he denominado, por la paz que trasmitía). La cueva era realmente impresionante: llena de estalactitas por todos lados y el agua de una transparencia absoluta. Luego de atravesar el tenuamente iluminado interior, llegamos a una especie de anfiteatro natural rodeado por el lago. Ahí, en una barca y aprovechando la acústica existente, unos violines y un piano comenzaron a tocar música clásica. Y después nos subimos en otra barca y hasta pudimos sentir en nuestros dedos el agua helada. A decir verdad, una experiencia inolvidable.