miércoles, enero 23, 2008

Quasi italiani

Sí, así es. Hoy, luego de salvar algunos miedos, además de varias y diversas burocracias, por fin metimos los papeles en el "Consolato italiano a Barcellona". Nos dijeron que de aquí a seis meses ya podrán estar las ciudadanías y en dos meses más los pasaportes "tanos". Para no ilusionarme, yo pienso que en un año seremos italianas (las "sorelle", ya que Dieguito tiene que esperar un poco más, esperar que a nosotros nos salga).

Para festejarlo, nos sentamos en la confitería de al lado del consulado y ahí brindamos con café con leche (¡porque después había que ir a laburar! ;-).

Además de darles la buena noticia, quería aprovechar para agradecerles a todos los que se movieron de acá para allá, a todos los que escribieron, pidieron, mandaron..., en definitiva, a todos los que de un modo u otro hicieron posible lo que hoy logramos...¡GRACIAS MUCHACHOS!


domingo, enero 13, 2008

La mujer de las manos grises

Antes de ayer llegaron Mana y Aarón desde Argentina. Fue lindo reencontranos con nuestros compañeros de "aventuras". Lindo y un poco triste. Un poco triste porque el regreso implica afrontar de nuevo la distancia que nos separa de las familias y los amigos. Y cuando digo "nos" lo hago como si a la partida también la hubiésemos vivido nosotros (y en parte lo siento así). Creo que el hecho de que los chicos hayan podido ir nos acercó a nosotros por allá y por eso sufrimos la partida.

Lindo fue encontrarnos, abrazarnos y escuchar algunas historias (que irán surgiendo de a poco), preguntarles acerca de todos, ver fotos, vídeos y (lo bueno) comer reunidos nuevamente ;-). Preparamos la noche anterior una rica comida para celebrarnos: dátiles con panceta (el bacón de aquí! --se lee beicon--), rulo de cabra y de fuerte lasagna de espinacas con carne y con mucha salsa (como le gusta a Aaroncito). De postre: "cosas de Navidad", un cava Codorniú, stolen. En resumen, refestejamos la Navidad y el año nuevo porque nos habían faltado Mana y Aarón para esas fechas!

Después vino el infaltable buraco con revancha incluida. Y (por fin!) empatamos. Eso sí para conseguirlo tuvimos que quedarnos hasta las 3 am, con los chicos destruidos porque habían estado viajando por más de 48 horas...

Mientras jugábamos algo raro empezamos a ver en las manos de Mariana. Se le ponían grises, medio azuladas. Yo comenzaba a asustarme porque parecía que no le circulaba la sangre. En un momento le toqué las manos para ver si las tenía frías, pero no.

Entonces, Martina dijo: "Mariana, me dan impresión tus manos!". A lo que Mana respondió: "qué querés que haga?". Y, con su sutil toque de humor negro, Tititi contestó: "ponete unos guantes!".

Hasta eso ya estábamos asustados todos. A Mariana se le ocurrió decir que tal vez era saturnismo (intoxicación por plomo) . Aarón y yo no decíamos nada, pero pensábamos en algo no muy bueno, las manos estaban como cianóticas. Se escucharon algunas otras palabras como rigor-mortis, gangrena, etc...

En un momento, Aarón la acompañó a lavarse las manos para ver si se le iba. Y se nos volvió el alma al cuerpo cuando vimos de nuevo las manos rosadas. Y entonces? "Con algo se te están tiñendo Mana!". Y ahí me acordé de que ella se restregaba las manos por el vaquero azul y le dije: "por qué no te bajás el pantalón?" (lo que fue muy mal interpretado por todos!) Yo me refería a que se fijara si el pantalón no le estaba tiñendo las piernas. Y así fue. El jean nuevo nos hizo cagar de miedo. Todos nos aliviamos.

Así pasó el sábado y la mitad del domingo nos la pasamos durmiendo (al menos yo, que me pegué una buena siestita).

Saludos


PD: Gracias a todos por los regalitos y cartas que nos mandaron!

jueves, enero 10, 2008

Dos experiencias, una reflexión

Quizá esto caiga mal. Tal vez para muchos sea algo sórdido, escabroso. Es un aviso para que no lo lean. Pero quiero aclarar que constituye únicamente una reflexión sobre la experiencia, un pensamiento (o mejor dicho, una escritura) "en voz alta".

Ayer por la noche, cuando entré en el tren, divisé un asiento, el único libre de todo el vagón. Pensé que estaba meado, vomitado o algo así, porque había mucha gente parada y nadie hacía, ni siquiera, el amague de ocuparlo.
Cuando logré llegar hasta el lugar me senté, emocionada. Entonces mi olfato comenzó a percibir un olor fuerte, y me di cuenta de que me había sentado al lado de un viejito cagado.
No obstante, seguí ahí, incólume hasta mi parada: Provença, donde siempre me tomo el metro ("subte" para los pibes ;-).
Durante la primera combinación fui parada, y también durante la segunda, hasta que se desocupó un asiento. Como en el tren ya había terminado de leer el artículo correspondiente a la jornada - uno de esos textos que yo llamo "viajeros ", compañeros de ruta en la rutina diaria - comencé a observar a los demás, una costumbre que se está transformando en vicio. Y fue entonces cuando vi, enfrente mío, un señor muy gordo, gordísimo, con los ojos semi-cerrados, que debajo de un brazo llevaba un bastón, y en el otro una bolsa grande de Mc'Donalds. De pronto abrió el paquete y comenzó a sacar una hamburguesa tras otra, que comía como si fuesen caramelos. Era algo increíble ver cómo parecían chiquitas en sus manos, cómo se iban escabullendo (o cómo las iba tragando). Debo reconocer que me impactó esta imagen, me hizo recordar al padre de Fogg, el protagonista de El palacio de la luna, de Paul Auster.
En realidad me impactaron ambas experiencias.
Y hoy, mientras pensaba en la inmigración, y mientras leía una reseña sobre el libro ¿Y si el otro no estuviera allí? de Carlos Skliar, me acordé de repente de esas vivencias, y me puse a reflexionar. Es raro, ¿no?, porque nos impacta del otro lo distinto, o tal vez lo que no encaja en nuestras "cuadrículas", lo que no cuadra en nuestras convenciones. Pero yo me pregunto: ¿no será que al mismo tiempo vemos en ese otro otra expresión nuestra, alguna parte de nuestro ser futuro o secreto?