¡Hola gente!
Como dice Ramiro, hace más de un mes que no posteamos. Por esa razón (y porque la faena ya se nos viene encima), decidí sentarme a escribir antes de que el tiempo siguiera pasando. Pero, con la certeza de que seguramente quedarán muchas cosas afuera, me pregunto: ¿cómo sintetizar un mes intenso en un solo (y además breve) relato?, ¿por dónde comenzar? ¡He aquí la cuestión!
Después del día del amigo parece ser una buena opción, porque fue ahí donde lo dejamos. A los pocos días del 20 de julio se volvió a Argentina un amigo, Próspero, y su ausencia nos dejó tristes (¡Volvé Daniel que se te extraña!).
Pero al poquito tiempo llegaron Violeta y Mario, quienes - luego de catorce horas de retraso y no sé cuántas de viaje (¡una odisea total!) - arribaron el siete de agosto casi a la madrugada, puntuales para festejar el cumpleaños de Diego. Ese mismo siete, pero un poquito más tarde (o, más precisamente, al mediodía), salimos de nuevo rumbo al aeropuerto y de ahí a Ibiza, donde - pese a que no pudimos contemplar ningún atardecer sin nubes - pasamos hermosos días de playa y charla, mate (o bocatas ;-) de por medio.
De allí volvimos a Valencia, paseamos por el centro hasta el anochecer y al día siguiente visitamos la Ciudad de las Artes y Ciencias. Después seguimos hacia Barcelona, donde aarón_mana (o también viceversa ;-) nos recibieron con un almuerzo riquísimo y nos acompañaron por la tarde a recorrer las Ramblas y los edificios más representativos de la arquitectura gaudiana. A la mañana siguiente subimos al Montjuic y seguimos paseando: entramos al Mercado de la Boquería, donde Viole se entusiasmó con la cantidad de cosas que vendían, especialmente con los"chuches" y "gominolas" (como le dicen acá a las golosinas;-); fuimos también hasta la Catedral, al barrio gótico, a las murallas romanas... en fin, un poco de todo.
Esa misma tarde viajamos a Lisboa, la capital europea más pequeña y pintoresca que conocí hasta ahora. Con sus calles estrechas que suben y bajan continua y casi abruptamente, los tranvías, la ropa tendida en los balcones, las casas revestidas de mosaicos, con postigos que sólo cubren media ventana y ventanas hasta en los tejados, con la infinidad de escalinatas y miradores que aparecen por doquier, con sus interminables túneles en el metro, me generó sensación de estar en un pueblito antiguo, pero a la vez en un enorme caos... y tal vez me hizo recordar un poco (quizá en versión chiquita) al aleph borgiano.
Los días que estuvimos en Lisboa aprovechamos para visitar algunos de sus barrios: entre otros, el Barrio Alto (y sus artistas callejeros), la Baixa, Estrela (y su gran "igreja"), Alfama (con sus hermosos miradores y el fado - la casualidad quiso que, en una de sus calles, encontráramos una mujer cantándolo -) y Belem (con las edificaciones más hermosas: el Monasterio dos Jerónimos, el Monumento a los descubridores y la Torre de Belem, la que me hizo descubrir mi gusto por el estilo "manuelino" ;-). Allí probamos, gracias a Viole y después de hacer cola para comprarlos, los famosos "pastéis de nata" con crema pastelera, azúcar impalpable y canela (¡especiales para vos papi!)
Desde Lisboa subimos hacia Fátima, donde visitamos la Basílica, fuimos a misa en la Capilla de las Apariciones, encendimos velas en un mar de fuego (¡lástima que no tenemos fotos de semejante espectáculo!) y pedimos a la Virgen por todo y por todos. De allí nos tomamos un autobús rumbo a Oporto, una ciudad bellísima por sus edificios (como los bancos o la famosa estación de Sao Bento, con no sé cuántos miles de cerámicos pintados en azul y blanco), por sus iglesias (como la Sé, la de los Clérigos o las dos pegadas: la de Carmelitas y la do Carmo), pero sobre todo por el Duero (o "Douro"), el puente Luis I (o "Luiz I") que lo atraviesa y las casas sobre la "ribeira"... ¡Bela Porto!
En Braga, la siguiente parada, nos esperaba Pablo, quien nos recibió en su casa con rico mate y buena charla, nos llevó de paseo por la ciudad, nos hizo probar el exquisito café portugués (que - como bien dicen - no se parece en nada al español), y brindar con mi licor preferido: el
Baileys. Además, al día siguiente nos acompañó en la subida hasta el Bom Jesus do Monte junto con Álvaro, un amigo brasileño que se convirtió en mi "profe" de portugués intensivo ;oP. Con él bajamos cantando temas como "Usted abusó" o "Construcción" y "Cálice" de Chico Buarque (aunque él en portugués verdadero y yo en uno chamuyado que ni siquiera llegaba a "portuñol" ;-), y comimos "pé do moleque", un dulce típico de Brasil. La última noche Pablo nos mostró fotos de su caminata desde Orense (o Ourense) hasta Santiago (porque nosotros seguíamos hacia allí) y al otro día se levantó tempranísimo para acompañarnos a la estación (¡Te jugaste Pablo! ¡Gracias por todo!)
Subimos a un tren, después a otro, después a otro, hasta que pasado el mediodía por fin llegamos a Vigo y luego a Santiago de Compostela ¡Qué lindo Santiago! Ya lo verán en las fotos, parece una ciudad de cuento con sus casas y su arcos de piedra, los balcones de hierro y los peregrinos yendo de aquí para allá, siempre de fiesta... Y la plaza del Obradoiro con la inmensa catedral, donde visitamos la tumba del apóstol y abrazamos al santo... Y el parque de la Alameda, donde nos sentamos al lado de Valle-Inclán (una figura de bronce, que si hubiera sido el de verdad salíamos corriendo ;-)... Y los caprichos, la tarta de Santiago, el licor de Orujo, todos los dulces que probamos... ¡riquísimos! ¡Aguante Santiago!
El último lugar que visitamos fue A Coruña, que nos recibió con lluvia y frío, por lo que no pudimos recorrerla como nos hubiera gustado. Pero aún así, se ve que - como toda Galicia - es hermosa, especialmente la zona costera, con sus amplias y rocosas playas ¡Ya volveremos por allí!
Como todo lo bueno, los días se terminaron y tuvimos que volver ¿Lo que más nos costó? Despedir a Viole y Mario, la verdad es que ya nos habíamos acostumbrado a salir, comer, conversar, en definitiva: a ESTAR JUNTOS ¡Gracias por los hermosos días que pasamos!
Y gracias a todos los que nos acompañan y esperan - a veces con santa paciencia - nuestros cada vez más espaciados relatos (¡A ver si nos ponemos las pilas! ;-)
Los queremos mucho, mucho. Un gran abrazo.